“La Historia…testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, testigo de la antigüedad.”
En honor a este conspicuo filósofo romano, comenzaremos con algo de historia…
En la columna anterior comentamos que nuestra especie evolucionó sin la presencia de alimentos derivados del maíz y el trigo, estos se encuentran en nuestra dieta los últimos 10 mil años aprox. y menos aún, de alimentos procesados, los que tuvieron un aumento exponencial post revolución industrial. Los “súper mercados” en esa época prístina, eran bastante escasos y peligroso, ¿cuántos habrán muerto detrás de un mamut, en las garras de un dientes de sables, y quizás en peleas por el “escaso sustrato “con otras tribus, cuantos “machos” tuvieron que soportar los gruñidos (justificados), de sus amadas esposas, por llegar sin CARNE a la casa?. Pero nos adaptamos a todos estos inconvenientes, fuimos capaces (los que logramos adaptarnos mejor) de pasar días sin comer, caminando, corriendo, saltando, luchando; siempre en movimiento, buscando algo de comida, durante millones años. ¿Cómo lo logramos?
Parece plausible, afirmar que nuestro sistema se adaptó para producir energía en ausencia de hidratos de carbonos y, más aún, en ausencia de azúcar. ¿Cómo fuimos capaces de generar energía (ATP) en estas condiciones?
Prima facie, GRASA, PROTEÍNAS (cazadores recolectores), en menor medida semillas, tubérculos, raíces, insectos y carroña.
Nuestros antepasados en tiempos pretéritos “lucharon” por almacenar más grasa, forma más eficiente de almacenar energía (nueve kilocalorías por gramo de grasa) y en algún momento de la “carrera evolutiva” fuimos mejores en guardar para períodos de escasez: sin esta capacidad, seguramente nuestros cerebros (hipótesis) no hubiesen evolucionado a un tamaño más grande.
Fuimos capaces de desarrollar intestinos pequeños y grandes cerebros gracias a la tecnología: herramientas para cazar, cortar, fuego para cocinar, aprovechar mejor los nutrientes en el proceso digestivo, y crear en definitiva un balance positivo de energía. Satisfechas las necesidades básicas, este excedente energético se pudo utilizar para: almacenar grasa, crecer, procrear. Las ironías de la vida, estas en este momento leyendo esta columna por que nos interesa deshacernos de la grasa que nos acompleja, y gracias a la capacidad que tuvimos por sobre otros primates, de almacenarla podemos leer, y planificar cómo deshacernos de ella jajajajajaja.
Dieta Cetogénica
Bueno ¿qué diablos es la dieta cetogénica? (KD, por sus siglas en inglés)
Los primeros registros que se tienen sobre el tratamiento en epilepsia en base a dieta cetogénica, se remonta a 1911 (Guelpa -Marie, 1911)
A principio de la década de 1920, los Drs. Cobb Y Lennox en la escuela de Medicina de Harvard estudiaron los efectos de la inanición en un tratamiento de epilepsia, mejoraron el control de convulsiones en 2 a 3 días, documentaron que el control se debió por un cambio metabólico, en el que la ausencia de alimentos y la escasez de hidratos de carbono, obligó a quemar grasa y formar ácidos.
En 1921 en la Clínica Mayo USA, el Dr. Russell Wilder descubrió que los beneficios del ayuno se podrían imitar con una dieta cetogénica y mantener por mayor periodo.
Peterman (1925) en la misma clínica, diseño el cálculo de los macro nutrientes que se mantienen hasta el día de hoy: 1g de proteína por kilogramo de peso corporal en niños, 10 a 15 g de “carbos” y el resto de las calorías de la grasa (hay variaciones en la distribución de los macro nutrientes).
Me imagino la expresión de ustedes: ¡INCREÍBLE!…así es, pero hay más, esperen.
También se documentó los beneficios a nivel cognitivo que se asociaron a la KD, en los pacientes que fueron tratados. A lo largo de los años 30 la dieta fue ampliamente utilizada PERO, la aparición de los medicamentos anticonvulsivantes la relegó a un segundo plano.
Durante este tiempo se siguieron reportando beneficios de simular el ayuno por medio de la KD muy baja en “carbos” y alta en grasas (Livingston, 1927), pero quizás lo más significativo fue la historia de un niño de 11 meses, Charlie Abrahams, quien desarrolló una epilepsia de muy difícil control, experimentando múltiples convulsiones diarias y su tratamiento con medicamentos no reportaba efectos positivos, sus padres desesperados y con la angustia de ver que su hijo no evolucionaba, decidieron aplicar la KD y…¡EUREKA! Funcionó, dentro de un mes pararon las convulsiones sin el uso de drogas, SÓLO con un cambio metabólico (energía desde la grasa y no de los carbos). Se mantuvo en la dieta durante 5 años. Nunca más tuvo un ataque.
Se creó la fundación sin fines de lucro: “The Charlie Foundation” con la misión de concientización sobre la KD y apoyo para nuevas investigaciones.
Recomiendo la película “First, do no harm“, protagonizada por Meryl Streep con la historia de Charlie.
Hoy en día existen más de 200 hospitales en todo el mundo con programas de KD, además de la creciente investigación y acumulación de datos científicos y serios, en relación a enfermedades neurodegenerativas como Parkinson, esclerosis lateral amiotrófica, algunos tipos de cáncer, diabetes, obesidad, alimentación para deportistas, etc.
Entonces ¿sirve? ¿Hay evidencia seria que se puede extrapolar a nuestra vida diaria, mantenernos más sanos, con más energía, eliminar esa “guatita” que tanto nos molesta? ¡Sí! pero será materia de nuestra próxima columna. Más de 100 años de investigación clínica demostraron que cambiando el sustrato energético, podemos revertir o frenar enfermedades. Así es que como dije anteriormente, DEBEMOS volver al origen: movernos y comer como lo hicieron por decenas de miles de años nuestros antepasados cazadores recolectores.
Fuentes;
- “The Charlie Foundation”.
- “La historia del Cuerpo Humano”, Daneil Lieberman.
- “History of the ketogenic diet” James Wheless, Epilepsia, 4 nov. 2008.
- Universidad de Chile, Diplomado dieta cetogénica en epilepsia refractaria.